La versión sonora de La aldea maldita trajo consigo, aparte de los diálogos y una nueva banda sonora, una revisión de la propia historia, pues hay cosas que cambian sustancialmente, como que en este caso es Juan Castilla, el marido, el que se va a la ciudad a buscar trabajo, y aú ombre en esta ocasión no sea un mero labrador, sino un hombre con hacienda y trabajadores propios. Aparecen también otros aspectos que lanzan mensajes acordes con la dictadura, como la reconciliación familiar entre hijos y hermanos, en la figura del hermano de Juan, el folklorismo en los trajes regionales y las tradiciones festivas en el día del patrón, y un mensaje final más acorde con el nacional-catolicismo en la resolución del conflicto en el matrimonio.
Llama mucho la atención el cambio de estatus social del protagonista, pues pasa de ser un simple labrador que ingresa en prisión por agredir al cacique local, a ser un hacendado que emigra con su tropa de jornaleros a la ciudad, en este caso Salamanca, para hacer dinero durante un tiempo determinado. Este pequeño dato trastoca bastante el nudo de la historia, pues no queda clara la necesidad de la mujer de irse de la aldea y dejar atrás a su viejo suegro y a su recién nacido, lo cual hace que la idea original de la primera versión gane puntos, pues todo tiene más sentido y dramatismo. Aún así, hay escenas que se mantienen intactas y se recrean de la misma manera, en concreto algunos de los planos del reencuentro de Juan con Acacia y el problema inicial del campo. Por otro lado, en esta cinta la narrativa se desarrolla como si de un libro se tratara y hay divisiones en capítulos, comenzando por un prólogo que nos sitúa en el año 1900; tal vez esto justifica la recreación un tanto exagerada de ese folklore en tradiciones y vestuario, aunque precisamente eso a ojos de críticos y expertos es lo que estropea esta nueva versión. A mí me genera una impresión de excesivo dramatismo o teatralización que incide también en la manera de actuar, con lo cual se pierde parte de la pureza de la primera versión.
Por otro lado, la recreación de la historia de 1942 se desarrolla más entre bambalinas y hay menos escenario natural, que en este caso ha pasado a ser la provincia salmantina en lugar de la segoviana. Hay que reconocer que La aldea maldita es el relato de un problema básicamente familiar, así que las escenas en interiores son más recurrentes y ubican mejor este dato, no obstante el momento de la gran emigración de los aldeanos no pierde fuerza con el plano general de la caravana; y los decorados que se emplean son muy convincentes. Recomiendo ver las dos películas, teniendo en cuenta lo maravilloso de poder ver dos versiones de una misma película, dirigidas por un mismo director y con doce años de diferencia de grandes cambios en la sociedad española. Aunque no hubiera habido factores externos a la producción que pudieran haber modelado la versión de 1942, estoy segura de que nunca hubieran podido ser la misma película, una muda y la otra sonora.
Pasen y vean...
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